jueves, 7 de julio de 2011

Innovación y territorios: ¿el tamaño importa?


INNOVACIÓN Y TERRITORIOS: ¿EL TAMAÑO IMPORTA?
Steven Johnson (2010), al referirse a los espacios de la innovación, plantea que el tamaño de las ciudades, en número de habitantes, tiene relación con la generación de innovaciones. El físico Geoffrey West, del Santa Fe Institute (2007) ha generado un modelo que demuestra que la manera en que las ciudades han sido construidas proviene de las patterns de la biología: mientras mayor es la ciudad, más rápidamente se generan en ella las ideas innovadoras.
Si se considera una cantidad fisiológica típica y se la compara con el tamaño del organismo, se encuentra una relación notable: la tasa de metabolismo basal, por ejemplo, se mantiene en una proporción de ¾ del poder o fuerza de la masa de un cuerpo. Las secciones transversales, tanto de troncos de árbol como de la aorta también guardan esta proporción, como también, relativamente, el tamaño del genoma.
Si la tasa metabólica crece M ¾, entonces la tasa metabólica por unidad de masa se mantiene en la proporción M ¾. Es una economía de escala, en la cual en lo que respecta a fuerza, un ser humano es más eficiente que un perro caniche, pero menos que un caballo .
West y sus colegas sugieren que estas proporciones “universales” surgen de las propiedades universales de las redes, que subyacen y organizan a los fenómenos biológicos. Si se visualiza a un sistema biológico de transporte, como el sistema respiratorio o el circulatorio, es evidente que es una red jerárquica, comunicada, cuyas unidades terminales (los capilares más minúsculos, o los alvéolos) tienen todos el mismo tamaño. De todas las redes que pudieran existir, y que satisfagan estas propiedades, las redes que sí existen han sido optimizadas por la selección natural para maximizar la eficiencia.
Ese razonamiento sobre las propiedades dinámicas de las redes puede, según West y sus colaboradores, aplicarse a las ciudades. West percibe a las ciudades como organismos en desarrollo, definidos por sus infraestructuras. Esto implica que el propósito real de las ciudades y la razón por la que siguen creciendo, es su habilidad para crear economías de escala masiva, al igual que lo hacen los grandes animales.
Su equipo de investigación analizó los recursos y productos, las estadísticas de infraestructura y de consumo, de diversas ciudades, comparándolas con sus respectivos tamaños de población, y encontraron que los recursos asociados con las redes de distribución guardan la misma proporción que en biología. Se encuentra en ellos una economía de escala, con cantidades infraestructurales que tienen un exponente común de 0.8. Concluyeron que las ciudades se asemejan a los elefantes. En las ciudades estudiadas, los indicadores del “metabolismo” urbano, como el número de estaciones de combustible o la superficie total de las carreteras, mostraba que cuando una ciudad dobla su tamaño, requiere un incremento de sólo 85% de sus recursos.
Estas observaciones tienen implicancias inesperadas; por ejemplo, que las ciudades modernas, en vez de ser organismos predadores de recursos, son realmente centros de sustentabilidad. De acuerdo a las estadísticas revisadas por West, la población de las áreas densamente pobladas requiere menos calefacción en invierno y menos millas de asfalto per cápita que las de áreas menos densas. Las comunidades más pequeñas consumen una cantidad desproporcionada de recursos de todo tipo. Como consecuencia, argumenta West, la creación de una sociedad más sustentable requerirá ciudades más grandes, incluyendo megalópolis.

Ciudades, escala e innovación

El tamaño de las ciudades también estaría relacionado a la generación de innovaciones socio-técnicas. Para Johnson (2010) las Leyes de poder de West sugieren que una metrópolis con una población de 5 millones de habitantes es tres veces más creativa que una ciudad de 100.000 habitantes.
Una de las razones que esgrime es que a mayor número de gente concentrada en un territorio, existe mayor número de conexiones posibles que puedan ser formadas en el grupo, y por consiguiente, mayores posibilidades de derrame de ideas. Las buenas ideas podían encontrar su camino hacia otros cerebros y ser desarrollada en ellos. Los economistas tienen una expresión que define estos flujos; “information spillover” o derrame de información.
Efectivamente, la humanidad aceleró el ritmo de producción de innovaciones (desde el jabón hasta el alfabeto, desde las velas hasta las ruedas) a partir del periodo situado entre los años 10.000 AC y 2000 AC, cuando las ciudades comenzaron a construirse y se desarrollaron (Johnson, 2010).
Uno de los requisitos para la producción de innovaciones es no sólo la circulación de ideas e información, sino su conservación como conocimiento, para poder construir sobre esa masa crítica conocimientos mayores y más innovadores. En las redes de relación de aquéllas ciudades, las ideas comenzaron a difundirse, y a través de esta difusión, a ser conservadas, por vía oral, escrita, por medio de imágenes, para las futuras generaciones. Esta corriente fue repetida en las ciudades europeas del Renacimiento. Los historiadores han señalado la conexión entre el florecimiento artístico, científico y cultural del Renacimiento y la formación del capitalismo temprano en la región. Este capitalismo inicial implicaba innovaciones en sistemas bancarios, contabilidad, seguros, caminos para comerciar. Las ciudades y los mercados contribuían, más que los feudos cerrados y los castillos del Medioevo, a difundir y acumular innovaciones, de modo que las innovaciones útiles pasaron a un acervo colectivo.
Esto no significa que, concentrados masivamente, los habitantes urbanos se volvieran más inteligentes o más creativos. Simplemente, se aumentaba el número de personas que pudieran producir nuevas ideas o aprovechar ideas en circulación. No se trata aquí, como expresa Johnson, de la sabiduría de las masas, sino de la inteligencia de ALGUIEN en la masa, que podía difundirse, concretarse, y generar más y mejores innovaciones en las redes urbanas. No es la red la que se vuelve inteligente. Son los individuos los que se vuelven más inteligentes e innovadores, PORQUE están conectados a esa red.

1 comentario:

  1. En igual sentido sobre la relación positiva que se genera entre las grandes urbes y las altas tasas de innovación, se manifiesta el economista inglés Tim Harford en "La lógica oculta de la vida":

    http://mamamepegaba.blogspot.com/2010/10/la-logica-oculta-de-la-vida.html

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